La mujer que danzaba entre las mariposas

 Años atrás, en un lugar lejano donde abundaba solo el amor y la esperanza, existió una tribu en las afueras de la Amazonia. Estos poseían una fuerte relación con la tierra y los animales que yacían a su alrededor. Cotidianamente se los veía descalzos caminando en manada hacia los amaneceres. Era como una especie de ritual que los había llamado, no saben bien cuando comenzaron a practicarlo, pero una vez que los rayos del sol se asomaban por los agujeros de sus chozas, salían sujetados de la mano para abrazar un nuevo día. “Surya Namaskar” decidieron nombrar a este amor incondicional que los convocaba a saludar al sol.

Un día, contemplaron a lo lejos forasteros que se acercaban. Sus instintos no los engañaban, no buscaban nada bueno por allí. Los extranjeros se acercaban cada vez mas al pequeño hogar de la tribu.

-Buenos días – proclamaron con su llegada. Venimos por parte del Rey Juan Pablo Tercero, nos han solicitado llevarlos a Londres para que adopten nuestras costumbres con el fin de proclamar la voluntad de Dios.

La tribu quedo atónita, solo podía escucharse el eco de los llantos de los niños que exclamaban con gritos que no les quiten a sus padres.

El jefe y vocero de la comunidad, audazmente, les respondió.

-Vinieron al lugar equivocado entonces, nosotros provenimos de las raíces de los arboles sagrados que se encuentran en el Bosque de Algarrobos. El viento nos trae la riqueza de la naturaleza y el sol nos recuerda porque estamos vivos. Somos parte de la tierra que nos abriga, llevamos en la sangre el agua de los ríos que nos rodean. Ustedes no pueden pedirle al fuego que deje de brillar, no pueden pedirle a la flor que no de frutos, a la noche que sea clara o al pájaro que deje de cantar. Por ello, no pueden pedirnos que seamos como ustedes, nos estarían matando.

El forastero comenzó a impacientarse, no le agradaron las palabras de aquel cacique, y justo cuando estaba por empañar su espada para llevarlos por la fuerza. Apareció, a lo lejos, una luz despampanante, de aquellas que solo se ve escasas veces, como cuando los rayos de Surya se posan sobre el horizonte. Era una mujer que danzaba mientras su cuerpo se volvía llamas. Su baile dejo sin palabras a todos los presentes ¡Era un milagro! La mujer se mecía de un lado al otro, levantando primero un brazo, luego la pierna en tanto la naturaleza respondía a su alrededor.

El pequeño hogar de la tribu comenzó a llenarse de mariposas que aleteaban con fuerza a su alrededor. No se sabe cómo, estas levantaron a los extranjeros, para llevárselos lejos. 

La tribu no dejaba de aplaudir ¡Era una diosa! ¡Había escuchado su llamado!

Cuando los cuerpos se desvanecieron en el cielo, el jefe de la tribu se acerco para preguntarle a la mujer porque lo había hecho. Esta lo miro, en tanto en sus ojos podían verse pequeños destellos de luz dorada. Lanzo una pequeña risa cargada de ternura y respondió.

- ¡Ahora me toca saludarlos a ustedes!

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Hablarle a la nada

S

Ojala haga frio